Era de imaginar. Al final, el fraude de Volkswagen terminará siendo culpa de los trabajadores. Ni la codicia sin límites de unos directivos sin escrúpulos, ni la desvergüenza de los altos ejecutivos de una marca que quería vender coches a un precio razonable sin renunciar a los abultados márgenes de beneficio, son los causantes de este escándalo titánico. Al final, como de costumbre, los responsables serán los curritos de a pie. Al menos en esa línea parece situarse el mensaje emitido por uno de los representantes del consorcio alemán.
En una rueda de prensa organizada para presentar los resultados preliminares de su investigación interna han achacado las causas del engaño a una “mentalidad interna que tolera el engaño”. En concreto, aseguran que los factores definitivos que han provocado esta terrible situación se dividen en tres:
- Una serie de malas conductas individuales por parte de determinados empleados de la empresa.
- Unas políticas internas erróneas que no impidieron que el fraude se produjese.
- Una excesiva tolerancia al engaño en algunos departamentos de la empresa.
Responsable fraude de Volkswagen
Para remachar sus palabras, el responsable de Volkswagen añadió que se había instalado el software manipulado porque los ingenieros no habían sido capaces de encontrar una solución técnica para cumplir con la normativa estadounidense sobre emisiones de óxido de nitrógeno, cumpliendo con los plazos establecidos y sin salirse del presupuesto.
Sin entrar a valorar la cuestión de que si se hubiese aumentado el presupuesto tal vez no habría hecho falta instalar el software que falsease las emisiones, resulta que para los responsables de Volkswagen la cuestión parece más filosófica que empresarial. Como aquella máxima utilizada habitualmente por el clero que asegura que la Iglesia nunca peca, por muchos miembros de esta que sean pecadores, parece también que el consorcio Volkswagen es santo y puro y que todo es culpa de ciertas ovejas negras. Se podría decir en otras palabras que el fabricante alemán es inmaculado y que lo sucedido con el fraude de las emisiones no es más que una manchita que se puede limpiar fácilmente con un trapo (con dimisiones y despidos).
La culpa al final siempre es del trabajador
Como suele ser habitual en este tipo de escándalos, al final la culpa será de unos cuantos trabajadores (de alto nivel, pero empleados de la corporación al fin y al cabo) que actuaron mal guiados por el mantra de la maximización de beneficios a toda costa. Una conducta fea, por la que tomarán las medidas adecuadas para castigarlas, pero que no se atajarán expeditivamente bajo ningún concepto porque de lo que se trata es de seguir ganando cantidades indecentes de dinero.
Así que si tú eres uno de esos clientes a los que ahora se denomina como “afectados Volkswagen”, si te encuentras entre aquellos que compraron un vehículo de la marca y piensas que puede encontrarse entre los afectados por este fraude, no lo dudes y toma todas las medidas que estimes oportunas. Ten en cuenta que, por mucho que prometa, el fabricante no hará nada por ti. Porque Volkswagen —al igual que el resto de fabricantes que se han encontrado en situaciones similares—, solo piensa en salvar su imagen pública al menor coste posible para así satisfacer a sus accionistas, sin tener en cuenta otras variables como satisfacción del cliente, transparencia y veracidad de la oferta comercial.